viernes, 19 de diciembre de 2014

Penang

Después de un par de días en Cameron Highlands nos dirigimos a nuestro próximo destino: Penang. Llegamos tras 4 horas y media de viaje a Georgetown, la capital de este estado de Malasia y fuimos directos a nuestro hotel: Cintra 100. Recuerdo perfectamente cuando lo reservamos a través de booking. Era el único de todo el recorrido que no contaba con aire acondicionado, pero no sé por qué imaginamos que no haría tanto calor como en otros lugares de Malasia y también pensamos que no estaría mal añadir una experiencia realmente auténtica a nuestro viaje. Pero lo reservamos especialmente porque el sitio nos gustaba y era diferente del típico hotel y además contaba con críticas excelentes en cuanto a la amabilidad del dueño y el encanto del hotel.

El Cintra 100 no era sin embargo como nos esperábamos: sus habitaciones eran realmente peculiares: tenían puertas correderas y eran pequeñas: una simple cama con ventilador y mosquitera, pero aunque parecía todo muy abandonado daba la impresión de limpio.

Sin embargo al levantarme la mañana siguiente noté como mis piernas estaban llenas de picaduras que sospechosamente seguían un recorrido desde el pie hasta la rodilla. Si, tenía las piernas plagadas de picaduras de chinches. Eso si, al menos, yo fui la única afectada porque ni mi marido ni mi hija tuvieron una sola. Hace ya cuatro días de esto y todavía me siguen picando como demonios. No empezábamos bien en Penang.

Pero este episodio no fue el único recibimiento negativo que me daría Georgetown. Aquí fue sin lugar a dudas, donde más calor sentí desde que inicie el viaje: tanto que en ciertos momentos resultaba realmente insoportable y tuvimos que recurrir en varias ocasiones a centros comerciales para aliviar el terrible calor. También andar simplemente por sus calles resultaba difícil, ya que la mayoría de ellas no tiene aceras y tenías que ir sorteando su gran tráfico de coches y motos. Además Georgetown es ciudad en la que hay tanto por ver y por hacer que no sabes muy bien por donde empezar, así que fue también donde por primera vez sentí lo que yo denomino como "el mal del turista", ese ansia de ver lo más posible, que hace que al final te agobies y te des cuenta de que no puedes con todo.

Calor insoportable, insectos y también la primera vez que me sentí timada: Según todas las guías una de las razones por lo que la gente acude a Penang es por su exquisita comida. Sin embargo o nuestros paladares no estaban preparados, o no tuvimos suerte, ya que en los tres días que estuvimos allí, probando en diferentes lugares, no comimos nada que fuera realmente especial o que nos hiciera sentir que la comida era mejor que en el resto del país. También dicen que uno de los mejores lugares para probar la comida, son en los mercados callejeros, llenos de puestos de comida donde tu eliges lo que quieras y te sientas en las mesas. La primera noche, un tanto perdidos en esta ciudad que al principio me pareció caótica, nos dirigimos a la explanada al lado del mar donde se encontraba uno de esos mercados. Eramos los únicos occidentales y no teníamos ni idea de que comer, así que me dirigí a uno de los puestos donde más gente había y elegí distintos fritos. Nos lo sirvieron frío y nos cobraron 22 ringits. Me pareció bastante caro y le volví a repetir el precio, pero como me contestó con tanta seguridad pagué, pero poco más tarde supe que sin duda nos habían timado y que su precio real sería como mucho la mitad. Realmente la cuantía era mínima, pero lo peor fue que esa comida no nos gustó nada.






Sin embargo después de estas experiencias negativas y tras tres días visitando el lugar, puedo decir que Penang me encantó: es absolutamente único y auténtico, visitarlo es estar en varias ciudades al mismo tiempo: China, India, la zona colonial. Son como micro ciudades de cada uno de estos países. La zona de calle Armenia tan animada y espectacular con sus pinturas callejeras, sus casas patrimonio de la humanidad , sus mansiones de clanes de chinos, sus tiendas y sus mercados.Y saliendo de la ciudad a unos pocos kilómetros se encuentra un lugar realmente imprescindible y encantador, el tempo budista más grande de Malasia, Kek Lo Si. Nunca había visto nada igual, enorme, impresionante, repleto por todas partes de Budas y tiendas de souvenirs.








En estos tres días, aunque nos faltó mucho por ver, sé que vimos lo imprescindible para hacernos una idea de todo lo que ofrece la ciudad. Pero nos teníamos que ir, nos dirigimos a nuestro próximo destino: otra isla más al norte a dos horas y media de viaje en ferry: Langkawi, un lugar donde nuesto principal propósito era el descanso total.

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