viernes, 7 de noviembre de 2014

Preparando un gran viaje

Girar un globo terráqueo, cerrar los ojos, darle vueltas, señalar un punto al azar y viajar a ese destino. Una quimera, una ilusión sólo destinado a unos pocos privilegiados.

Recibir un email de una compañía aérea en el que te indican que tienes 24 horas para elegir un destino al que viajar a un precio mucho más bajo de lo habitual. Coger un calendario y ponerte a buscar un día y un lugar. Esto tampoco es accesible para todo el mundo, pero al menos es más real. Así lo hice hace unos meses cuando decidí mis vacaciones para 2014 .

La falta de dinero o tiempo, las responsabilidades, la dependencia y la falta de libertad hace que esta segunda opción sea posible también sólo para unos pocos. Pero no hace falta ser rico ni gozar de total libertad. Si quieres puedes, en el fondo al final todo es cuestión de prioridades y como dice esta frase que tanto me gusta, "El hombre no tiene más límites que la intensidad de su deseo" ( León Batista Alberdi).

Yo he podido permitírmelo porque ahora tengo tiempo, estoy en periodo de descanso, tras seis meses de intenso trabajo. Pero no es fácil especialmente porque no estoy sólo yo, también quiero viajar con mi familia y hay que compaginar con los tiempos y responsabilidades de los demás.

Tengo 42 años, una hipoteca de un pequeño piso en Madrid, una hija de seis años y un marido que se encarga de su cuidado y educación cuando no estoy, prácticamente la mitad del año. Durante esos meses de trabajo, básicamente viajo, no a dónde quiero ni con quién quiero, pero viajo y mucho: Soy guía turística.

No tengo nada asegurado. Vivo el día a día en una gran capital europea. No sé con seguridad cuántos meses voy a trabajar cada año, ni cuanto voy a ganar, porque todo es muy variable. Este año no fue bueno: trabajé menos de lo que esperaba y ahora hasta marzo no tengo nada de nuevo. Pagué los billetes con lo que me devolvió hacienda este año y el resto del viaje con las propinas de mis clientes americanos recibidas a lo largo del año. Es noviembre y quitando una pequeña escapada de 4 días en febrero, no hemos tenido todavía unas vacaciones familiares.

Pero ahora si, justo en un mes, nos vamos. Destino: Malasia. Tenemos casi un mes para descubrir este país, del que desconocía prácticamente todo, hasta que compré los billetes. No hay nada que me guste más que el descubrimiento de un lugar: ya he empezado a hacerlo a través de guias, libros y foros y a un mes de nuestra salida ya he organizado el viaje y reservado prácticamente todo el alojamiento.

Hasta ahora los grandes viajes que he hecho en mi vida, como a India o a Brasil, los he hecho sola, sin nadie que dependiese de mi, sin organizar nada y sintiendo esa maravillosa sensación de libertad tan auténtica que te da el improvisar y dejarte llevar por las circunstancias o apetencias de cada día. Ahora somos tres y una es mi hija, que aunque ya la hemos llevado a unos cuantos destinos, ninguno tan exótico, tan diferente y que implique tanto cambio como este. Por eso esta vez tengo que llevar un plan de viaje desde aquí, y espero redescubrir que aún así la experiencia será realmente enriquecedora para todos. Y ya lo tengo, ya está el viaje diseñado y organizado.

Mis próximos post por lo tanto no serán confesiones de una guía turística, sino más bien, confesiones de una viajera . Empezaré con la preparación del viaje, y luego cuando llegue allí seguiré escribiendo, pero no tanto de los lugares que visite, no tanto del viaje físico sino del viaje emocional que viviremos.





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